Perdón, otra digresión… Teoría de la Unidad

Ante iguales condiciones iniciales e igual historia de interacciones con la diversidad de entidades biológicas y no biológicas que componen el universo, dos seres A y B se comportarán de la misma manera ante cualquier circunstancia.

Demostración.

Mismas condiciones iniciales implican una misma composición material y de configuración del universo al momento de la creación simultánea de cada uno de los dos seres. Por lo tanto, un ser A y otro ser B que posean las mismas condiciones iniciales serán réplicas idénticas, tanto en su estructura biológica como en su ubicación espacio-temporal (superpuesta).

No se puede negar que cada individuo es igual a sí mismo (A=A y B=B), por lo que, ante los mismos estímulos e interacciones con el mundo exterior deberán desarrollarse de igual manera. Entonces A=B.

Evidentemente, esto no puede suceder en el universo que conocemos, entre otras razones, porque dos seres materiales no pueden ocupar el mismo espacio al mismo tiempo. Además, la mecánica cuántica introduce incertidumbres y comportamientos probabilísticos, incluso bajo condiciones iniciales similares. Es decir, las características inherentes a nuestro universo propician la variabilidad, la diversidad y la multiplicidad.

Sin embargo, esta teoría muestra que, dadas las premisas, ambos seres se comportarán exactamente del mismo modo, resultando en un comportamiento determinista¹, regido por su estructura biológica y por la historia de sus interacciones —sensibles y no sensibles— con el resto del universo. Aun sin precisar inconvenientes, el análisis dual realizado puede extenderse a N seres que cumplan los requisitos enunciados, independientemente de su especie.

¹ El determinismo no implica necesariamente la inexistencia del libre albedrío. Por ejemplo, una acción debe suceder y tú debes ejecutarla. Tienes la libertad de realizarla o no. Si decides llevarla a cabo, cumples con el determinismo por decisión propia y eres moralmente responsable. Si decides no realizarla, puede surgir un impulso irrefrenable que te lleve a hacerla de todos modos; en ese caso, la acción se ejecutará igualmente, pero ya no serás moralmente responsable (aunque la jurisprudencia afirme lo contrario).

Quizás, entonces, los impulsos no conscientes —aquellos que surgen en nuestra mente sin un origen que pueda determinarse con claridad, que han sido atribuidos a distintas entidades (el inconsciente en psicología, los espíritus en la religión, los arquetipos colectivos en la mitología, el ello en el psicoanálisis, la voz interior en la filosofía existencial, o incluso los algoritmos mentales en las ciencias cognitivas)— tengan, entre otras funciones, la de preservar el determinismo en los seres que los poseen. De forma análoga, otras disposiciones —como las leyes universales que estudia la Física— garantizarían dicho determinismo en seres u organizaciones de materia y energía que no estén influenciados por una estructura inconsciente. O quizás la fuerza inconsciente actúe sobre toda la materia (animada e inanimada), y el “problema” de los seres más evolucionados sea precisamente la conciencia, que se interpone entre la voluntad y la representación.

Corolario: La ilusión del ego individual.

En nuestra concepción del universo —y, en un sentido más amplio, de la realidad—, ambas dadas por la razón, los sentidos naturales y los sentidos extendidos (aquellos que permiten medir parámetros no sensibles mediante dispositivos creados por la ciencia y la tecnología), no es posible la igualdad de condiciones espacio-temporales iniciales para dos seres A y B. Así, cada ser es único; no en términos generales, sino en el tiempo, en cada momento, ¡ahora!

Ese ser único podría haber sido la Madre Teresa, Hitler, Napoleón, Newton, el vecino de enfrente, el asesino del noticiero… o tú. Un ser podría haber sido muchas cosas, pero en este universo se manifiesta como único en cada instante. (Un adulto quizás ni siquiera se reconozca a sí mismo en su niñez o adolescencia. ¡Tú te percibes y manifiestas diferente de ti mismo a lo largo del tiempo!)

Según se ha demostrado, ese otro que observas con temor, confianza, arrogancia, dulzura, cólera, vergüenza, indignación, adulación, amor, odio, simpatía, lástima, desprecio, indiferencia… ese otro podría haber sido ser tú, tú podrías haber sido  ese otro. Solo cambian las circunstancias.

El ego es una construcción inherente al tiempo y a la habitualidad; el tiempo, a su vez, es inmanente al ego. Un ente eterno no tendría ego —lo cual no implica que no posea conciencia, sino que sería incapaz de percibir individualidad—.

Por eso: conoce quién eres. Conócete a ti mismo… y conocerás a todos. Quien se busca a sí mismo, ya ha sido otro.

Palabras finales.

El determinismo nos convierte en actores que interpretan una obra cuyo guion desconocemos. Podemos hacer pequeñas improvisaciones, pero la obra parece seguir un libreto inquebrantable. ¿Quién es el actor detrás del personaje?

En este mundo, somos seres del ahora, del instante presente. Como decía Aristóteles, somos seres sociales, animales políticos; pero eso no constituye un principio, sino una consecuencia escatológica. La socialización es un fin último que impregna nuestra existencia con presente y nos convierte en hombres de nuestra época.

La memoria y el deseo son cargas a las que no deberíamos apegarnos, pues nos proyectan hacia el pasado y el futuro, respectivamente: momentos que no son nuestros, momentos que no nos pertenecen. Un ser que crea y vive continuamente en el presente es un ser eterno.

Este ensayo está en permanente revisión. Como todo pensamiento en movimiento, puede ser modificado, ampliado o afinado con el tiempo. La versión que estás leyendo es un reflejo de un momento dentro de un proceso más amplio.

Publicado por

Gustavo Ferrero

Gustavo Ferrero

Bioingeniero. Web: https://bioingenieros.com/1

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